Nota de prensa que fue publicada en el periodico Página Siete en la revista Rasca Cielos el día domingo 23 de febrero de 2020 en las páginas 17 a 22
Los bronces del triunfo. La Banda Intergaláctica Poopó de Oruro
Benjamín Chávez
Fotografías de Carlos Sánchez / Página Siete
El blanco brillo de los zapatos de charol avanza hacia las escalinatas de mármol. Al fondo, la imponente arquitectura del Capitolio confiere a la foto que se perfila el más adecuado marco para mostrar, en una sola imagen, el largo camino recorrido durante medio siglo de un avanzar sostenido e incansable que demuestra la perseverancia y los límites puestos a prueba de quienes ya posan para el retrato.
Ellos, los músicos, acomodan algunos instrumentos delante suyo. Bombos, tambores y despliegan una bandera boliviana junto a los rojos estandartes de la Banda Intercontinental Poopó, en Washington DC.
Es el primero de septiembre del año 2013 y la banda celebra sus Bodas de Oro. Ha viajado a la capital estadounidense a tocar diabladas, morenadas, caporales y otros ritmos bolivianos, que ellos, con el feeling que les da la experiencia y la pasión, interpretan como nadie.
Al día siguiente pasearán su música por las calles de Nueva York, y en Arlington, Virginia, tocarán para 30.000 personas.
Es una fiesta, qué duda cabe, una gran fiesta, no sólo de la comunidad boliviana en los Estados Unidos, destino y segunda patria de varias generaciones de bolivianos que escribieron, en sus propias vidas, un capítulo heroico de ese fenómeno migratorio consubstancial al género humano.
La admiración que despiertan en quienes los escuchan, pronto deviene en entusiasmo, en alegría desbordada, en sentimientos a flor de piel que se manifiestan en lágrimas de emociones profundas. La banda Poopó de Oruro es la banda boliviana que más lejos ha llegado y todos lo saben, y lo festejan unidos por un lazo fraterno que se confirma y ahonda con cada golpe del bombo y los platillos, con cada redoble de los tambores, con cada acorde de los bronces.
Abel Gonzales, el director desde que falleciera su padre, el maestro Sinforiano Gonzales, fundador de la banda, sabe perfectamente el tamaño y el peso de la responsabilidad que le toca cargar. Mientras avanza haciendo sonar con gracia y energía su par de platillos por las calles de las ciudades norteamericanas, piensa en el presente y el pasado, con una mezcla de satisfacción y nostalgia por los días vividos, y sueña cosas aún mayores para esta banda de larga y rica historia.
Primero, el Carnaval de Oruro
Desde su fundación, la Banda Provincial Poopó recorrió varias provincias del departamento de Oruro y en 1974, contratados por una morenada, viajaron a tocar a la fiesta de Pucarani, capital de la provincia Los Andes del departamento de La Paz. Para entonces la banda ya estaba conformada por 20 músicos y esa fue la primera vez que cruzaron las fronteras departamentales.
Sin embargo, para considerarse importante, toda banda debía tocar en el Carnaval de Oruro y la Poopó lo consiguió gracias al apoyo de don Genaro Frontanilla Vistas, un próspero empresario dueño de concesiones mineras en Poopó y un periódico en Oruro (El Expreso), quien, en 1975 la contrató para que acompañe a la Diablada Auténtica de Oruro, más conocida como la “diablada de los mañazos”, el conjunto folklórico más antiguo del carnaval orureño.
Así, una vez al año, los músicos llegaban a Oruro a participar de la Entrada de carnaval. Como lógica consecuencia de su aparición en esa fiesta, sellos discográficos especializados en la llamada música nacional se interesaron por la banda y más de una vez fueron desde La Paz hasta Villa Poopó a buscarlos para grabar discos.
Las grabaciones de la Poopó y otras bandas del Carnaval de Oruro, como la Pagador, la 10 de Febrero, la Alianza o la Imperial, todas ellas creadas en la década de 1960, se lograron gracias a la existencia de muchos sellos discográficos como Discolandia, Heriba, Lauro, Cóndor, Chacaltaya, Andino y Lira.
La banda Poopó trabajó con todas las casas discográficas mencionadas y otras como la de Discos de Alta Fidelidad Universal. Eventualmente, la banda aparecía en los discos con algunas variantes en su nombre, como lo muestra uno en el que figura como Banda Espectáculo Poopó.
Es pertinente identificar la década de los años 80, cuando la familia Gonzales, y por consiguiente la banda toda, se muda a Oruro, como la década de consolidación de una banda que, habiendo nacido como provincial, se perfila como un elenco de importancia nacional.
Gonzales Mamani, el predestinado
Abel Gonzales Mamani nació en 1964 en Villa Poopó. Era el segundo hijo de Sinforiano Gonzales e Inés Mamani, y sería quien desde muy joven formaría parte del sueño musical de su padre. A pesar de que Javier, su hermano mayor, también tocaría en la banda, Abel estaba predestinado, por su pasión y compromiso con la música, a ser el sucesor de su querido y admirado Papá Sinfo en la dirección de la Banda Poopó.
Nacido el mismo año en que se fundó la banda, sus primeros recuerdos se mezclan con el sonido de los instrumentos y, desde temprana edad, quiso ser músico de banda. Específicamente le atraían los platillos y aprovechaba el tiempo libre que le dejaban las tareas de siembra y pastoreo en las que ayudaba a la familia y, posteriormente, las vacaciones de la escuela Ismael Montes donde estudió la primaria, para dar rienda suelta a su pasión.
Con un tío se hizo construir un par de platillos, recortando las tapas de los envases de manteca argentina que don Sinfo utilizaba para la elaboración de pan, en una panadería que había abierto como uno más de los emprendimientos propios del ser trabajador e incansable que era. Como las tapas de las latas de manteca tenían agarradores, Abel vio siempre en ellas unos potenciales platillos. Así, armado de esos instrumentos, se iba a las afueras del pueblo y subía al cerro Khele Khele a tocar durante horas, ritmos de comparsa que escuchaba y memorizaba en las festividades de Poopó.
En un principio su padre no veía con buenos ojos la afición de su hijo, pues consideraba que la vida del músico era una vida dura y quería algo mejor para Abel y sus hermanos. Sin embargo, la perseverancia del muchacho pudo más y, un buen día, cuando la banda acudió a un compromiso en Mina Bolívar, el propio Sinforiano Gonzales le dijo que lo aceptaba como platillero y viajaron con él. Abel tenía 12 años y ya estaba donde siempre había querido estar.
La puerta del éxito
Varios años después de acompañar a la Diablada Auténtica Oruro, la banda toca con la prestigiosa Morenada Central, uno de los conjuntos folklóricos más importantes del carnaval orureño. Aunque por un par de años se aleja de esa institución y toca con la fraternidad Reyes Morenos Ferrari Ghezzi, el año 83, retorna a la Morenada Central, gracias al apoyo de Ricardo Escobar, Prudencio Flores y Willy Tapia. Es en esa ocasión en la que Sinforiano Gonzales compone una de las morenadas emblemáticas del carnaval: Carnaval de Oruro / lo mejor del mundo / viva la Central de Oruro / siempre es la mejor. / Baila morenada / por la virgencita / somos alegres todos / con la banda Poopó.
La banda, más allá del pulcro y esforzado desempeño de los músicos que la conforman, cuenta con la disciplina y creatividad de su director, don Sinforiano Gonzales, un músico que ha pasado a la historia como uno de los grandes directores de bandas que ha tenido el Carnaval. Pero además de ello, la Poopó tuvo la fortuna de contar con otros dos elementos que, combinados, resultarán verdaderamente explosivos y pueden considerarse como el germen ígneo de una carrera rutilante y espectacular como los fuegos de artificio.
El primero de esos elementos es, sin duda, el hecho de tocar en una fraternidad tan bien posicionada como la Morenada Central. Verdadero escaparate donde mostrar su desempeño como banda y ser catapultada hacia desafíos mayores y horizontes más amplios, que implican una creatividad constante en la composición y el enriquecimiento paulatino de las virtudes interpretativas.
El otro elemento que entra en juego para un posicionamiento de la Poopó por encima de sus pares, lo conforma un grupo reducido pero fiel, que acompaña a la Poopó durante el sábado de Entrada, el domingo de carnaval, el lunes del diablo y del moreno, el martes de ch’alla y todas las otras fiestas, como las comparsas de Arenales, que componen el conjunto del Carnaval de Oruro. Se trata de algunos danzarines de la Morenada Central, quienes, sin ser músicos, encuentran en la banda una hermandad que los cobija y, específicamente en la persona de Abel Gonzales Mamani, un interlocutor.
Abel Gonzales, quien toca los platillos con una pasión heredada que le corre por la sangre, no sólo es consciente de la cercanía de estos jóvenes, sino que lúcidamente los integra como una verdadera barra o grupo de militantes, permitiendo así que ellos contagien su entusiasmo por la banda hacia círculos más amplios de la sociedad orureña y, de hecho, como una de sus consecuencias, despierten el interés de artistas e intelectuales que posan su mirada en la Poopó y perciben una magia singular, un ajayu, un feeling que pronto ellos mismos plasmarán en sus obras, como lo hicieron los hermanos Raúl y Gustavo Lara en sus lienzos exquisitos y Edwin Guzmán en su poesía, por citar sólo a los pioneros.
A lo largo de ese proceso, la banda había adquirido mucha experiencia y sus músicos, cuyo número no cesaba de crecer, eran cada vez más rigurosos en el arte interpretativo bajo la batuta de don Sinfo. Todo esto hizo que la Poopó alcance un sitial muy expectable. Posición que pronto sería empujada hacia nuevos límites, cuando en 1993 se produce un cisma en la Morenada Central, fundada por la Comunidad Cocani. Es la época de mayor actividad de José Flores “El Jacha”, Gerardo Yañez, los hermanos Apaza y otros compositores que llevarían la música a alturas nunca antes vistas, y el Carnaval de Oruro se convertiría en un evento de dimensiones colosales.
¿Saco rojo? ¡Ni que fuéramos payasos!
El primer viaje que realiza la banda Poopó fuera de las fronteras nacionales se produce en 1979 cuando participa en la fiesta de la Candelaria en Puno, Perú, donde obtienen el primer premio otorgado por la Federación Folklórica de Puno por su excelente interpretación.
La banda, que había viajado con su nombre original de Provincial Poopó, luego de esa experiencia decide cambiarlo por el de Banda Internacional Espectacular Poopó, en justicia a los logros obtenidos. Y es con ese nombre que, durante la década de los años 80, participa en el Carnaval de Oruro.
Precisamente, un aspecto ajeno a lo estrictamente musical le confiere un sello de identidad distinguido: el emblemático uniforme de saco rojo, pantalón y sombrero marfil que hacen a la banda Poopó reconocible en cualquier parte.
Durante todos sus años de vida, la banda había ensayado varios uniformes. Desde que naciera sin uno definido, cuando los músicos recurrían a los ternos de colores oscuros que poseían, pasando por los ponchos color lana de vicuña, los trajes cafés, hasta llegar a los uniformes de saco azul, corbata gris y pantalón plomo con el que tocaron durante varios años durante los años 70, no existía una clara distinción de la Poopó con otras bandas del Carnaval de Oruro.
Abel Gonzales recuerda haber visto por televisión la inauguración de un importante evento deportivo (probablemente el de las Olimpiadas de Montreal en 1976) en el que la delegación canadiense desfiló con un vistoso traje de saco rojo y pantalón blanco en obvia alusión a la bandera de ese país. La imagen quedó grabada en él y se juró lograr que, algún día, la banda vista de forma similar. ¿Por qué? Porque su talento nato para el marketing le hizo ver el potencial de ese combinado que resaltaría en medio de los sobrios colores de las demás bandas de música.
Un buen día se armó de coraje y se lo propuso al director, su padre, hombre de férrea disciplina quien en un primer momento no quiso ni escuchar hablar de semejante ocurrencia. Pero Abel insistió e insistió durante años, hasta que, harto ya, don Sinforiano aceptó.
Se armó un alboroto y casi toda la banda amenazó con renunciar. ¡Cómo pues! ¿Saco rojo? ¿Rojo? ¡Ni que fuéramos payasos! Don Sinforiano estuvo a punto de ceder, pero Abel se incorporó y les dijo: ¡Los que quieran irse pueden hacerlo, pero la banda entrará con ese uniforme! Al poco tiempo, a medida que ya se acercaba el carnaval, comenzó el solitario peregrinar de los músicos a la casa Gonzales a recoger las telas roja y marfil, para hacerse confeccionar el nuevo traje.
De provincial a intercontinental
1990 es el año en que la Banda Internacional Poopó realiza varios viajes al extranjero. En abril, acompaña a la diablada Ferroviaria a Colombia y se presentan en el Segundo Festival Iberoamericano de teatro en la ciudad de Bogotá.
El 2 de agosto, viajan a la Argentina, por invitación de la embajada boliviana en Córdoba, ocasión en que los residentes bolivianos les otorgaron plaquetas de reconocimiento. El 5 de octubre, visitan Brasil y de ahí vuelan a Europa para presentarse en Londres, Inglaterra, el 6 de octubre. Al día siguiente, la banda se traslada a España y participa del Segundo Festival Tardor de Barcelona y en el quinto Festival Iberoamericano de Cádiz. Luego viajan a Italia.
En poco más de medio año han tocado en seis países de dos continentes y, obviamente, la banda que había nacido como provincial y que ya era denominada internacional, pasó a llamarse, con justa razón, intercontinental gracias a su periplo europeo.
Al año siguiente, el 16 de abril de 1991 tocan en Panamá y tres días después lo hacen en México, en el Tercer Festival Indigenista, oportunidad en la que también acompañan a la diablada Ferroviaria por el DF, Puebla y Ciudad Hidalgo.
A su retorno sufren un percance mientras sobrevuelan la selva colombiana. Pero dejemos que sea el renombrado periodista orureño José L. Zabalaga M., testigo del hecho quien nos narre el suceso:
“Conocimos al verdadero Sinforiano Gonzales Benito, director de la banda de música Poopó, en el coliseo de la ciudad de Villavicencio, Colombia, una noche de fines de abril de 1991. Dirigiendo su banda insufló fuerzas y amor a Bolivia… y a la vida, en sus operarios, para interpretar primero el Himno Nacional de Bolivia y, luego, los sones de la diablada. Había un lleno completo en ese recinto para ver la famosa diablada boliviana en una inesperada actuación en tan alejado lugar de la selva colombiana. “A tocar como nunca” fue la consigna de don Sinforiano, y los sones irrumpieron el aire con tal vehemencia que el Himno Nacional y la diablada retumbaron en esa parte de Colombia.
La delegación artística boliviana, conformada por la diablada Ferroviaria que actuó en un evento internacional de México, retornaba a Bolivia en un avión militar Hércules. Sobre el cielo colombiano se apagó un motor y sólo la destreza de los pilotos hizo que el enorme avión aterrizara en un aeroparque cercano. Cuando dieron órdenes de salir del avión, la nave estaba rodeada de soldados fuertemente armados. Anochecía. Era todo selva; los pilotos relataron la peripecia y recién ahí nos dimos cuenta de la situación. Las lágrimas rodaron por las mejillas en forma natural; hombres y mujeres optamos por hacer una oración a la Virgen del Socavón en aquella selva, agradeciéndole por habernos permitido salvar la vida.
Luego nos trasladamos a la ciudad de Villavicencio, la más cercana del lugar donde aterrizamos forzosamente (…) El caso es que el alcalde de Villavicencio se enteró de la fortuita presencia de la famosa diablada orureña en su tierra, hizo suspender un campeonato deportivo para que se presente el espectáculo en Villavicencio. Es ahí donde, sabiéndonos salvados y “resucitados”, la delegación se dio íntegra. La banda sonó como nunca y todos nos abrazamos, mientras la gente invadió el campo deportivo y se conformaba con sólo tocar el rico y colorido atuendo de los diablos y los instrumentos de los músicos”.
Otra ocasión importante en que la banda estuvo presente fue el 15 de abril de 1992, cuando, siempre acompañando a la diablada ferroviaria, se presentaron frente a varios presidentes y altas autoridades en la casa de la Moneda de Santiago de Chile, donde interpretaron la cueca Viva mi patria Bolivia.
Entre el 2001 y el 2011, la banda realizó viajes a Lima, Perú; a la fiesta Charrúa de Buenos Aires, Argentina; a Iquique y Arica en Chile y fue invitada por primera vez al Festival Boliviano en el estado de Virginia de los Estados Unidos de Norteamérica, ocasión en la que también visitaron las ciudades de Los Ángeles, Nueva York, Miami, Chicago, Houston, e incluso llegaron hasta Canadá. Desde entonces, las participaciones de la banda en eventos como la fiesta Charrúa en la Argentina y el festival boliviano en los Estados Unidos se repiten casi anualmente.
Las Bodas de Oro
Sinforiano Gonzales Benito falleció en Oruro a los 75 años, el 23 de diciembre de 2012 y sus restos descansan en el cementerio de Poopó. Desde ese mismo momento, Abel Gonzales se hizo cargo de la dirección de la banda, que cuenta con la participación de su hermano Javier y sigue siendo una empresa familiar.
Aunque profundamente dolido por la pérdida, Abel Gonzales no se permitió ni un minuto de pausa y se propuso trabajar para la concreción de un sueño: la construcción de la Escuela de Música Sinforiano Gonzales Benito en Villa Poopó.
Los planes y proyectos de su director para la banda son muchos y muy ambiciosos pues, como su padre, sabe que la banda ocupará el centro de su atención y cuidados hasta que Dios le de fuerzas para ello.
En una entrevista concedida en aquellos días, Abel Gonzales declaró: “La Poopó es la imagen de las bandas, uno no puede estar triste, es nuestra responsabilidad, es nuestro arte, y donde vamos llevamos alegría a la gente. Somos intercontinentales, queremos ser ¡Intergalácticos!
Post scriptum: La versión original de este texto fue escrita entre fines de 2013 y enero de 2014 cuando la Banda Poopó se aprestaba a celebrar 50 años de vida. En el párrafo final, su director, Abel Gonzales expresa el deseo de renombrar a la banda. Eso ya ha sucedido y actualmente la banda lleva el nombre de Intergaláctica Poopó. Sin embargo, la banda también sufrió una nueva división y Javier Gonzales Mamani, hermano mayor de Abel, es quien dirige la nueva facción que mantiene el nombre de Intercontinental Poopó.
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